miércoles, 31 de julio de 2013

¿A que no sabes donde he vuelto hoy?



Una noche más en la cual los cigarros y la música eran los protagonistas (y tú el insomnio). Y te pones a pensar en el día que has tenido y la única conclusión que sacas es que te odias a ti mismo y al mundo en general y que aún estando rodeado de gente, te sientes solo. Después haces cuentas. Y hay más cosas por las que dejarlo todo que continuar luchando. Y es que esto es una lucha contra gigantes.
Empieza a sonar esa canción (nuestra canción). Qué manera de machacarme escuchando esta canción, pero en el fondo todos somos un poco masocas y nos gusta hacernos daño. Aunque sólo sea para notar que estamos vivos. Y dime, ¿tú has llegado al punto de querer tanto que duele?
Al final te das cuenta de que el tiempo es la mejor medicina. Y no os engañéis porque el tiempo no cura, sólo que al final, te acostumbras al dolor.



Hoy he ido allí donde solíamos gritar.
Hoy he llorado allí donde solíamos gritar.


http://www.youtube.com/watch?v=tZapJzlivGY

Aún vive el monstruo y no hay paz. En los bancos aún están escritos todos los versos de "Héroes" con las faltas de un chaval. También siguen escritas nuestras dos iniciales con compás. Y es que el grito con nosotros morirá. (Espero poder escuchar algún día esta canción y no me duela tanto). Gracias Santiago Balmes.

sábado, 27 de julio de 2013

Ojalá.

¡Ojalá, ojalá y ojalá! Y al final sólo somos un mar de dudas. Y al final sólo somos un montón de ganas.
Y todo queda en "Ojalá's" que nunca llegan. Ya son muchos mensajes escritos (sin enviar). Ya son muchas sonrisas (y todas fingidas). Y es que los cambios siempre nos asustan, pero nos ayudan a que las cosas vayan mejor. O a peor. Y al final te das cuenta de que él es la excepción que pensabas que no existía.

LA EXCEPCIÓN QUE CONFIRMA LA REGLA.

Irte a dormir con la esperanza de tener un mensaje suyo de buenos días y desayunar pensando en el mensaje de buenas noches (que nunca me llega). 
Y es que nos empeñamos en recordar lo que un día nos hizo daño (y nos hace más daño ahora que las cosas van peor). Pero me consuelo todos los días pensando que lo que tenga que ser mío nadie podrá quitármelo. 
Y cuando entiendes eso de que "ser valiente no es sólo cuestión de suerte" te planteas tantas cosas. Y hablando de plantearte cosas, yo me planté en tu casa para dejarte una carta. Decidí ser valiente aún sabiendo que la suerte no jugaría a mi lado. Pero no importa que saliera bien o mal con la de tonterías que he hecho. 
¡Ojalá, ojalá y ojalá! Ojalá algún día deje de pensar en "Ojalá's" y empiece a vivir un poco

(Pero ya sabéis que todo lo que empieza con 1.000 sonrisas, acaba con 1.001 lágrimas. Y así os dais cuenta de qué jodidos son los "Ojalá".)


P.D.: Ojalá pueda perdonarme algún día. Ojalá pueda perdonarte algún día. Ojalá dejemos de echarnos de menos.

martes, 16 de julio de 2013

Insomnio.







Eran las cuatro y veintitrés de la mañana. Otro día más en el que el insomnio se apoderaba de mí. "Insomnio". Insomnio que tenía nombre, apellidos, unos ojos color café preciosos y una sonrisa para morirse (y con morirse me refiero a "morirse" literalmente). Como siempre, no podía dejar de dar vueltas en la cama, aunque más vueltas me daba la cabeza, así que como de costumbre me levanté. Me preparé una manzanilla y un cigarro. Ahora era la parte en la cual me iba al balcón a mirar el cielo y las calles desiertas. Estaba todo en silencio menos el local de putas que había debajo de mi piso.
Y una vez más volvía a destruirme, eran amaneceres de autodestrucción. Pero esta vez no quería lo mismo de siempre. Quería salir de esa (asquerosa) rutina que me estaba consumiendo poco a poco como mi cigarro. Así que... ¿Qué mejor que empezar algo nuevo un día cualquiera? Hoy era el día. El comienzo del final. O el final de esta rutina que daría paso a un nuevo comienzo.
Me puse la música a tope. Me puse esa canción que sonaba el otro día en tu coche, la que cantábamos mientras buscábamos un sitio dónde aparcar la tristeza y la nostalgia. Sonreía mientras lloraba, una sensación muy rara, vaya. Tal vez me hacía feliz recordar que eramos felices pero me destruía el saber que estaba lejos de ti.
Se hicieron las seis entre baile y baile, sonrisa y sonrisa, lágrima y lágrima y grito y grito. Así que decidí ir a la cafetería del final de la calle. Tenía una cristalera preciosa, y mientras me tomaba mi café, veía pasar a la gente. Era divertido ver a ese chico agobiado como si llegara tarde a algún sitio, o a esa chica paseando al perro mientras este huía de ella, o a aquel señor que había madrugado para ir con sus amigos al parque y comentar el partido de fútbol de la noche anterior mientras jugaban a la petanca.
Y mientras analizo y observo a todas esas personas, un chico mientras pasa, me grita que sonría, que le acaban de despedir del trabajo y que estoy muy seria. No sabía muy bien qué hacer, así que salí de la cafetería y le dije que le invitaba a un café, que no importaba lo que pasara hoy porque era un día extraño y nada de lo que estaba haciendo era normal. Así que él me respondió que ya que era un día extraño, que me invitaba a perderme un rato por la ciudad, que él me invitaba a olvidarme un día entero del mundo. Yo acepté sin dejarle acabar la frase.

Lo que pasó ese día, queda en las calles de Madrid.

(Y esto es lo que pasó un día de Insomnio a las cuatro y veintitrés de la mañana queriendo romper la rutina que me llevaba a la ruina.)

domingo, 14 de julio de 2013

Cena para dos. Quizás mañana para uno.

Miércoles.


"Buenas noches, supongo que ya no vas a venir a cenar, ¿no? son las 12:03 minutos, un poco tarde, vaya. Hoy también había preparado cena para dos. Entiendo que hoy tampoco hayas venido, siempre andas un poco liada. Sabes que siempre estás invitada. Un beso."


Ya eran 175 noches que no aparecías.
Y yo siempre haciéndo cena para dos. Y yo siempre esperándote.
Y tú siempre escondiéndote en alguna excusa. Y tú siempre ausente como mi sonrisa (últimamente).
Para matar a quién dijo eso de "ojos que no ven, corazón que no siente." Ese no te conocía, ese no había visto tus ojos y mucho menos le había rozado tu pelo.


Ya eran 175 noches de invierno.
Y qué invierno más frío sin tus manos ni tus brazos. Y qué invierno más triste sin tus versos ni tus letras.
Y lo que más odio es que siempre tengo la esperanza de que una noche volverás. Pero volverás para siempre, para quedarte.
Y preparar cena para dos y saber que estarás, y saber que no me fallarás.


Ya eran 175 noches que cenaba solo.
¿Y sabes? Hoy hay cena para dos pero quizás mañana haya cena para uno.